Como cada cierto tiempo, el programa de las tardes de telecinco vuelve a salir a la palestra, vuelve a ser noticia. ¿Y es bueno? Pues, desgraciadamente, o gracias a Dios, no. Siempre es el cultureta de turno que pretende hacernos creer que él no ha sucumbido a los encantos de Jorge Javier, jamás nunca ha visto a Belén Esteban hablando con la boca llena, o admirado los encantos del chuminero de Lydia Lozano. Seguramente, todos ellos, son más de los documentales de la dos. Como toda España, que nadie ha visto Sálvame nunca, todos tienen sintonizado la dos y con suerte National Geografic. A las pruebas me remito, 1.973.000 ante los 371.000, adivinen de quién es la audiencia que llega casi a los dos millones, y la que no sobre pasa los 400 mil.
Sea como sea, el programa "que nadie en España ve", que a nadie le gusta, llega a los cinco años con sus mejores datos de audiencia desde su estreno. Poco queda de aquel plató en el que eran dos y el de la guitarra, el rostro más conocido era el del que producía las palmas de aquel programa vespertino. Ahora, 1730 programas después, todos ellos, convertidos en verdaderas estrellas mediáticas, haciendo las Américas.
Telecinco tira la casa por la ventana, lo celebra a lo grande, como solo ellos saben hacerlo. Un mural que ocupa toda la fachada de la nave de Fuencarral, cambio estético del plató, y unas letras tridimensionales que nos recuerdan que el programa cumple los mismos años que la cadena que le da cabida CINCO.
Ayer, fue día, o mejor tarde de inauguraciones, y es que, el jefe del cortijo cortó el lazo de dos museos, una exposición fotográfica "Cuando la vida se hizo tele", y un museo al uso, al puro estilo de la casa de Mozart. En esta brillante sala, llena de ingenio, y desparpajo, se pueden encontrar sillas del antiguo plató o incluso un retrato de la Reina del programa.
Dice el presentador, y muy acertado, que muchas personas ven el programa para blanquear sus conciencias. Nada mejor que cometer un pecado capital, con mucho morbo, tanto como ver sálvame a hurtadillas. Así que, amigos, críticos de la televisión experimentados, seguir pecando, que Dios hace la vista gorda, si se trata de programas del corazón.
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