Las noticias desde la perspectiva de un joven del siglo XXI

miércoles, 3 de agosto de 2016

En tiempo de guerra

Hace un tiempo que solo leo prensa escrita, no enciendo la televisión. No me doy un capricho de esos, que de tanto en tanto pasaban por mi cabeza, aquellos en los que me dejaba embaucar por la telebasura; ya no. Y sí, en mi casa están prohibidas ver los Telediarios.  Cuando abro el periódico digital esquivo con maestría los titulares e información innecesaria, esos que te hacen pensar que el mundo se va a la mierda. Que sin rumbo ni dirección la especie humana pierde los estribos.
Abro facebook, son las cinco de la madrugada, y sin esperar encontrar más que publicaciones sobre la vida nocturna de todos mis "cibercompañeros", me encuentro un vídeo que pasa completamente desapercibido, inadvertido entre mucha paja que no hace más que rellenar la red social.  Quien lo comparte pone un mensaje curioso y que sin lugar a dudas llama mi atención, supongo que tras tanta catástrofe necesito esperanza. Su titular me la da. se aleja de los de El País; 20minutos o El Mundo, no habla de crisis económica, ni de corrupción, tampoco de atentados ni de conflictos. "Se necesita más gente así".

El peluquero de los sin techo.  Un individuo que desde hace un año propone a los que vagan sin rumbo como el mundo, un cambio  de look, tal vez un cambio tan gratificante como el que necesitamos la humanidad.  Su peluquería es la calle, sus clientes, los más necesitados y seguro que los más agradecidos.  Porque tras Siria, Estado Islámico, los recortes o el caso NOOS hay vida, hay un ápice de esperanza. Aún hay personas que contribuyen a que durante  29 segundos piense que  no no todo se va el garete, que no todo esta perdido. Porque sí, por desgracia, se necesita más gente así.

ELPELUQUERO QUE CORTA EL PELO SIN PEDIR NADA A CAMBIO

jueves, 4 de febrero de 2016

NOSOTROS LOS MUNDANOS

Creo, y cada vez con más certeza, que tendemos a ser hipócritas por naturaleza. Por naturaleza y por gusto;  debemos encontrar un morbo oculto implícito de manera taciturna a la hipocresía. Como si de un séptimo arte se tratara nos jactamos e incluso avergonzamos de ciertas actitudes moralistas que tenemos. Juicios de valor cargados, precisamente, de injusticia. Encendemos la televisión, abrimos las revistas o deslizamos el cursor por las redes sociales, dictamos sentencia sin pensar en las consecuencias.  Sin autocrítica y mirando la paja en el ojo ajeno,  examinamos y  ponemos en duda todo tipo de actitudes.  Dibujamos, por ahora, de manera imaginaria, las líneas del bien y del mal, nadando inconscientemente entre las dos aguas. Formamos parte de una sociedad  que  construye una fachada de cartón piedra, la pinta y decora, sin darse cuenta que detrás de todo el carnaval, no  hay nada más que una pared oscura igual que todas las demás.

Criticamos lo que fueron, lo que son y serán; nos  molesta todas las actitudes: buenas, malas y neutrales. No hay nada que se ajuste a nuestra forma de ver y pensar; Colgamos fotografías mofándonos de los personajes públicos en situaciones embarazosas, ya sea ebrios o sin ropa interior. Todo, absolutamente todo nos parece amoral en el juego de la vanidad, todo nos resulta poco ético. No somos dignos de ser analizados, no podemos mirarnos al espejo porque en el cristal todo es superioridad, todo es de admirar, para el error no hay cabida para esta sociedad perfecta y perfeccionista.
Hemos extrapolado las actitudes de la prensa rosa a nuestra vida, hemos hecho de nuestras redes sociales y de nuestras conversaciones un "Crónicas Marcianas" en potencia. Nos desnudamos por completo al puro estilo Gran Hermano, nos dejamos ver en ropa interior, en pijama e incluso debajo del edredón, comentamos a viva voz nuestras opiniones políticas, nuestros deslices y  los pecados capitales del viernes y el sábado.  Nosotros los mundanos ya no estamos exentos, nosotros los mundanos ya nos cuestionamos entre nosotros. Ahora el show no parece tan gracioso, los toros desde la barrera no parecían tan peligrosos.