Las noticias desde la perspectiva de un joven del siglo XXI

martes, 14 de octubre de 2014

LAS CINCO CAMPANADAS DE TRISTEZA POR VIVIR EN EL EXILIO

Tantos años he rehuido de convertir esto en un bochornoso diario de esos que empiezan con frases ordinarias y tratan temas cliches, vamos todos estamos acostumbrados a eso, nadie quiere leerlos, pero ante todo pronostico a algunos kilómetros de distancia de mi casa sí que siento esa necesidad. La necesidad de transmitir ese sentimiento que tengo.
Antes de nada, explicar, que no soy un exiliado; gracias a Dios, o a quien sea, vivo lejos, pero cerca, peor no vivo allí, no vivo en mi casa. En mi ciudad.

Estoy alejado de la civilización, mi pequeña ventana de la casa: "rústica y acogedora",  tiene las magníficas vistas de una tosca y envejecida fachada, entre  los escasos seis barrotes y el medio cristal que permanece abierto desde que me instalé.  Tal vez no sea el sueño americano, pero si que es cierto que es el espacio idóneo para una retirada espiritual, lástima que yo buscase la primera, comerme el mundo. Cada treinta minutos suenan cinco veces las campanas de la iglesia, una de las tantas que hay en este pueblo, pero por desgracia, la casa del señor (de Dios padre todo poderoso), linda con la de el pobre escritor de diarios que aburrido escucha sin cesar, cada media hora,  el volteo de campanas que anuncia la enpunta o la media.
Buscar el sueño es genial, por la noche, realmente, se respira paz. El ambiente está calmado; cuando estás apunto de cerrar los ojos cuatro "TOLONG" rompen la magia del momento, de mi momento. Las angostas calles continúan en silencio pero mis paredes retumban disimuladamente con el estruendo de las malditas campanas.

Por la noche la iglesia me perturba, creo que es como mi conciencia, como una señal que no hace más que recordar mis pecados  capitales de forma velada.  Por el día, sobre las siete de la mañana, después de la quinta campanada son las mujeres del pueblo quienes con sus estrepitosas voces hacen que saque lo peor de mi y recuerde que a unos cuantos kilómetros existe un lugar que me espera de vuelta dos veces por semana. Un sitio alejado de esta vida demoniaca. Sin mujeres que griten si apenas el sol en el cielo, y alarmas  cada media hora.

Ahora es cuando me doy cuenta que esto es jodido, que las camas no se hacen solas, que lo que no recoges no desaparece, ni se descompone sin antes pasar unos cuantos millones de años. El espiritu ragatanga  no existe, tampoco Manuela, la limpiadora imaginaria, benditas y adoradas Madres... que hacían que todo pareciera arte de magia, que la comida se hacia sola, y que los platos se lavaban solos.
Lejos del nido todo se complica, todo se hace más cuesta arriba.

Cuando dicen que no hay mejor lugar que el hogar no se equivocan, el problema, es que este es mi nuevo hogar, y por desgracia, he encontrado un lugar mejor,  este blog. Este Diario.

miércoles, 8 de octubre de 2014

ÉBOLA

Hace  unos  meses  leí el último libro de Dan Brown, fue entonces cuando hice una reflexión, y recordé lo inocentes que somos. Lo ingenuos que somos. Es cierto, parece ser que nos hemos acostumbrado a vivir, y a pensar, que estamos por encima del bien y del mal, sin darnos cuenta que estamos a merced de la incompetencia y del devenir de los imprevisibles acontecimientos; y sin lugar a dudas, la tranquilidad, hoy por hoy, ha pasado a segundo plano, por no decir a tercero o cuarto. 
La enfermedad, la epidemia, que veíamos cebarse a cientos de personas a través de la televisión, a miles de kilometro ha pasado a ser una historia contada en primera persona. Ahora ya, todo se ve desde otro prisma, ahora todo es menos divertido, más serio. 
El famoso ébola empieza sus andaduras por tierras extrañas, o mejor dicho, resurge de las cenizas que desde hace siglos atrás parecían extinguidas. La enfermedad que aparentemente estaba erradicada, la pandemia que aparentemente nunca llegaría a nuestro país, ha llegado.

El Gobierno  no habla, como es habitual, solamente apunta a que es un error humano. Un error humano que puede salirnos muy caro; y no se de que nos extrañamos, todos los errores, acaban siendo humanos, pese a que sean trascendentales, pese a que a mucha gente le vaya la vida en ello.
El accidente de metro de Valencia, un error humano; el accidente de Spainair, un error humano; El de Alvia, otro que tal; y todos los accidentes, son errores humanos. Nadie tiene la culpa ¿verdad?  Aquí todo el mundo es impune, todo el mundo que tiene un mínimo de poder. Esto es así, y ni yo ni nadie podemos cambiarlo.

Mientras que cada uno haceos vida normal, aparentemente, el ébola se va expandiendo, no piensen que no, no crean que están a salvo, no  volvamos a caer en el error del que tanto pecamos no estamos por encima del bien y del mal. No lo estamos; lo han dicho desde la OMS (Organización Mundial de la Salud), el error, la expansión, es irremediable. Creo que esto es sinónimo de sálvese quien pueda, por no decir una ordinariez más grande. Al fin y al cabo, el desenlace el mismo.
Ébola, la palabra del momento.  Esto se ha convertido  en los juegos del hambre.  "Felices juego del hambre, y que la suerte esté siempre de vuestra parte".

miércoles, 1 de octubre de 2014

ARRANCA LAS PILAS

Yo también le he quitado las pilas, porque odio  la sociedad que hemos creado. Sinceramente, la odio. Somos  todos unos hipócritas,  una panda de superficiales, esto es así, sin más. Desde hace unos años estoy preocupado por mi peso, por verme demasiado delgado, por verme demasiado gordo, y es que al final nunca nos vemos como queremos, siempre tenemos de más o de  menos. ¿Y por qué? ¿Por qué  no somos felices cómo somos?  No lo entiendo, francamente, los complejos no son más que barreras que  nos hemos puesto. 
Ayer por la tarde veía un programa de televisión, cuando escuche  que a Tania Llasera, para mi gusto, una presentadora nefasta, pero como persona estupenda, había sufrido los gajes de dejar un vicio, el tabaco.  

Yo no la vi gorda, en las fotos que difundieron no se le veía  enferma, era algo distinto, una elección desafortunada de vestuario. Eso sí que era criticable. Era horroroso, espantoso. Parecía una jardinera americana de los años setenta, y gracias a Dios, o a quien sea, jamás  he visto una en persona. Tampoco vi de cerca a Llasera, pero me sobró con ver las fotos.  ¿Estamos ante la debacle de los cuerpos rechonchos? No por favor.  A mi no me gusta la delgadez, adoro las curvas, las curvas son la verdadera belleza, es el secreto de cualquier mujer.  Desde que el hombre es hombre ha moldeado a la fémina diez, voluminosa. La Venus de Willendorf. 
Hasta Botero ha dado en la clave.Y es que a esta  sociedad se le olvida algo, estamos pasando algo por alto. No podemos obviar una certeza absoluta: Señores, señoras, sin curvas no hay paraíso. Esto no es un alegato a los cuatro vientos de la obesidad, no es una oda al tocino y a las grasas. Esto, no es, más que una reflexión de la innecesaria importancia que le damos a los asuntos, que ni por asomo, son tracendentales. 

Qué más da el peso de Tania, es que acaso para ser comunicadora hay que presumir de una extrema delgadez, si su respuesta ha sido sí, se equivoca. No soy dogmático,  pero la mejor comunicadora y presentadora de todos los tiempos luce unos arrolladores michelines, y saben por qué, porqué en Estado Unidos no se asocia una cara bonita a un latenight. Aquí sí, parece que nuestras estrellas de televisión tienen que estar doctoradas en moda y bisturí. Tal vez debamos poner una Oprah Winfrey en nuestras vidas, en nuestros televisores. Ser delgado no es ser mejor, ser gordo no es ser peor, somos uno más, en un mundo insignificantemente hipócrita. Tania Llasera le ha quitado las pilas a la báscula, y yo también le he quitado las pilas, porque por ahora, no mide mi felicidad.