Tantos años he rehuido de convertir esto en un bochornoso diario de esos que empiezan con frases ordinarias y tratan temas cliches, vamos todos estamos acostumbrados a eso, nadie quiere leerlos, pero ante todo pronostico a algunos kilómetros de distancia de mi casa sí que siento esa necesidad. La necesidad de transmitir ese sentimiento que tengo.
Antes de nada, explicar, que no soy un exiliado; gracias a Dios, o a quien sea, vivo lejos, pero cerca, peor no vivo allí, no vivo en mi casa. En mi ciudad.
Estoy alejado de la civilización, mi pequeña ventana de la casa: "rústica y acogedora", tiene las magníficas vistas de una tosca y envejecida fachada, entre los escasos seis barrotes y el medio cristal que permanece abierto desde que me instalé. Tal vez no sea el sueño americano, pero si que es cierto que es el espacio idóneo para una retirada espiritual, lástima que yo buscase la primera, comerme el mundo. Cada treinta minutos suenan cinco veces las campanas de la iglesia, una de las tantas que hay en este pueblo, pero por desgracia, la casa del señor (de Dios padre todo poderoso), linda con la de el pobre escritor de diarios que aburrido escucha sin cesar, cada media hora, el volteo de campanas que anuncia la enpunta o la media.
Buscar el sueño es genial, por la noche, realmente, se respira paz. El ambiente está calmado; cuando estás apunto de cerrar los ojos cuatro "TOLONG" rompen la magia del momento, de mi momento. Las angostas calles continúan en silencio pero mis paredes retumban disimuladamente con el estruendo de las malditas campanas.
Por la noche la iglesia me perturba, creo que es como mi conciencia, como una señal que no hace más que recordar mis pecados capitales de forma velada. Por el día, sobre las siete de la mañana, después de la quinta campanada son las mujeres del pueblo quienes con sus estrepitosas voces hacen que saque lo peor de mi y recuerde que a unos cuantos kilómetros existe un lugar que me espera de vuelta dos veces por semana. Un sitio alejado de esta vida demoniaca. Sin mujeres que griten si apenas el sol en el cielo, y alarmas cada media hora.
Ahora es cuando me doy cuenta que esto es jodido, que las camas no se hacen solas, que lo que no recoges no desaparece, ni se descompone sin antes pasar unos cuantos millones de años. El espiritu ragatanga no existe, tampoco Manuela, la limpiadora imaginaria, benditas y adoradas Madres... que hacían que todo pareciera arte de magia, que la comida se hacia sola, y que los platos se lavaban solos.
Lejos del nido todo se complica, todo se hace más cuesta arriba.
Cuando dicen que no hay mejor lugar que el hogar no se equivocan, el problema, es que este es mi nuevo hogar, y por desgracia, he encontrado un lugar mejor, este blog. Este Diario.
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