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sábado, 20 de septiembre de 2014

GH15 AVENTURA AL PRECIPICIO

GH ha vuelto. Sí, por fin, ya lo anunciaban hace unos meses cuando explicaban que había mucha hambre de  telerealidad,  no lo digo yo, lo decían ellos, lo decíais vosotros  y los ordinarios pendientes de  Mercedes, sí, aquellos que en el anuncio para el casting, parecían tener  vida propia. Claro que si tuvieran hubieran gritado lo mismo que yo al ver la primera gala: "auxilio". 
Por si no fuera poco, Mercedes  Milà  escribió en su blog que esos pendientes de tamaños  infinitos  y  que parecen tejidos  por la  gata  flora son la representación de aquellos que ven Gran Hermano, esos que vemos  el programa,  y entonces sentí vergüenza. No mucho más que el jueves a la 01:45, cuando fui consciente que lo que parecía el elenco de un  burdo teatro de la España profunda eran los concursantes de la quinceava edición del reality más longevo de nuestra televisión.

Entre el variopinto desastre se incluyen cabras y animales varios. Desde una mujer que al nacer le sustituyeron el cerebro por nitrógeno líquido, un trío familiar que parece estar abocado al final trágico de una novela de Shakespeare o una musulmana  que sube fotos de una matanza con un texto que reza: "a más de uno le haría yo así".  Tras asimilar tantas rarezas de golpe solo se me vino a la cabeza algo, los concursantes son claros clichés, pero ya no solo eso, si no que  la mayoría guardan parecidos razonables con anteriores Exgrandes Hermanos. Lo que viene siendo un refrito de  lo bueno lo mejor, y para colmo, volvemos  a las ediciones esas en las que tratan de buscar perfiles opuestos que generen más de un conflicto. Un torero, una animalista; una cabra, una mujer que las sacrifica; un hermano secreto, y así sucesivamente hasta contar hasta ocho, o nueve.
Por lo menos Mercedes no decepcionó, en una gala fría, sin la esencia. Al principio pudimos sufrir un lapsus temporal y recordar la primera edición, tanto en la casa como en la dinámica, pero pronto se vio colapsado el sentimiento de placer por la estridente voz de Paula, una concursante, que se hace llamar "la Hawaiana". Por si alguien  aun no la conoce es la imagen viva de la rubia chochona.

Entre tanta extravagancia, se hizo la  luz, prácticamente al final del primer programa, una persona aparentemente normal. Azahara, pero ahora bien, se quedó en eso, porque dentro del concurso, de la casa, pasa desapercibida, ensombrecida por tanto dramón social. 

Conclusión: La Milà dio la talla, disfrazada de Ellen Degeneres, y pasará a la historia por ser la presentadora que susurraba a las gallinas.  Entró en la casa para hacer el paripe y dar más morbo, ahora bien,  pasadas a penas cinco horas salió a hurtadillas.  Su estancia tuvo la anécdota de un erudito concursante, barra concursanta, que desveló a la presentadora que habían logrado pasar un reloj. 
Empieza GH, este reality que era anunciado con unos pendientes de tamaño indescriptible. Y como dicen, lo que mal empieza, mal acaba. Esperemos que no sea el caso, y que los fieles, carpeteros, carpeteras varias sigan expectantes a lo que pasa en Guadalix de la sierra.

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