El caso Pujol es surrealista en todos los sentidos, y cuando digo en todos, es en todos. Cuando pensábamos que ya lo habíamos visto todo, que ya habíamos oído todo sobre este señor – si es que a caso se le puede llamar señor –, llega otro elemento para acabar de convertir el asunto en una trama digna de una película del absurdo.
Ya en el 2012, en algunos medios digitales saltaba la noticia, pero ahora que el ex-president está de moda por los casos de corrupción vuelve a resurgir el nombre de Adelina. La Bruja Adelina. La mujer que tendrá actualmente en torno los 77 años, y que vivía en las montañas de Andorra, en una parroquia alejada de la ciudad.
Pujol, mediante un allegado conoció a la bruja, de nombre Adelina, quien le practicaba conjuros y hechizos para adivinar el futuro, ahora incierto, del que era por aquel entonces presidente de la Generalitat. Le frotaba un huevo por la espalda, la bruja, no él, o le tiraba las cartas. Estas actividades fueron multiplicándose hasta el punto que le ofreció ponerle un despacho en la capital Condal para que pudiera ofrecer sus dotes mágicos a sus amigos. Y eso hizo, y ahí vino la estafa, como no.
Jordi Pujol, tan leal como siempre hablaba con sus conocidos, interesados en la brujería y concertaba las citas por el módico precio de trescientos euros la sesión, claro que, a la pobre Adelina le decía que cobrará 150 y que se quedará el dinero integro. El asunto pronto se convirtió en otro actividad de corrupción a la que sacó partido y benefició, raro en una persona ilustre y loable como Pujol. Sea como fuere, Adelina le saco con poca fortuna durante varios años las malas energías, mientras él le sacaba la mitad de su sueldo.
Ahora hay que preguntarse, ¿la mala suerte de la familia Pujol no es más que un mal de ojo? Quien sabe, la venganza de la bruja Adelina.
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