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sábado, 21 de septiembre de 2013

¿SPAIN IS DIFFERENT?

 Lugar de  tradiciones, fiesta  y diversión, así se  conoce  a  España, y así se  nos  relaciona  en el  extranjero. Algunos  confunden estos  términos  y distorsionan la  marca  España  por  la  de  desfase desenfrenado, bebida y locura durante las  veinticuatro horas del día.
Hay  que  recordar  que no son casos aislados  ni en particular, pese  a que  sí que  se  pueden destacar  varios  en especial como puede  ser: los San Fermines, las fallas  o  la  tomatina de  Buñol. Cada  verano,  y a lo largo de todo  el  año  España  vive  lentamente  sus  fiestas rodeados  de  millones  de  turistas  que encuentran  en ellas  un atractivo  inigualable. No  hace falta decir  que  descartando la opción de  fiesta   abrumadora  y excesivamente cara de  la jet-set  de  Ibiza los  visitantes  prefieren la económica  verbena  de  las  ciudades y pueblos y el Kalimotxo.

Hay que  decir  que  el peaje  que  pagan las  ciudades para que  esto ocurra  no  es  poco, y es  que  deben estar preparadas  para  unas  arrolladoras masas  de jóvenes, y no tan jóvenes, con sed  de  juerga  y olor  a  alcohol, que  durante su estancia  olvidan las  leyes  y viven en una verdadera anarquía. Es indiscutible  las  cantidades inmensas  de  dinero que  se  manejan  en los  bares  y  hoteles, el ayuntamiento también se  ve  beneficiado y es  que  ahora en época de  crisis  parece  que  la tradición se  ha convertido en  nuestra  salvación. Los  turistas  de  la  mano  del garrafón dejan en nuestro país  una imborrable  huella, no solo por los desperfectos  que  ocasionan sino por la  cantidad  incalculable  de  dinero  que  derrochan  sin parar. Pese al  cúmulo de  ventajas  que  traen todos estos visitantes los  españoles  parecemos  desconformes  e incluso muchos   se amotinan e intentan acabar   con la  fiesta, rompiendo así los cheques  llenos  de  ceros  que  vuelan  en  periodos de  fiesta.
Es  evidente  que no todo  el  mundo  quiere  formar  parte   de  una  fiesta  taurina, pero  hay que  reconocer  que  las  importantes  cifras  que  manejan los ganaderos, y  la  atracción turística que se desplaza de  todas partes  del mundo  para  participar  en ellas  es una cantidad  suculenta y del todo convincente, y más  sabiendo  la época  de  escasez  económico  que  estamos viviendo.

En muchos  sentidos  nos  deberíamos  sentir afortunados  por  el  mero hecho de  saber  que  a raíz  de  estas  fiestas  a  las  que  muchas  personas  critican son indudablemente  el mejor  rescate  casero por una temporada. También es cierto  que  esto ocurre  una  vez  al año, pero hay que decir que  todos  los  comerciantes  y  los que se ponen las  pilas y usan la picaresca hacen el agosto.  Los billetes van de  mano en mano durante  unos días, algunos  incluso llegan  a ver el morado que tan inusual es de  encontrar. No  solo debíamos  cuidar lo que tanto ha  costado de  consolidar como tradición, sino que  también deberíamos  fomentarlas más, sin destruir ninguna  de  ellas por lo menos en tiempos  de  crisis.
Es verdad  que a mal de  muchos  consuelo de  tontos y  que esto  no puede con la  cabezonería  de la gente que vive empeñada  en extinguir  por completo las  fiestas y tradiciones.

Desde  mi punto de  vista  espero que  nunca suceda esto, no solo por el dinero que trae al país, sino  por el importante sentido cultural que  tiene  para  mucha gente que desde pequeño a mamado de  ellas. Fiestas que han pasado de  abuelos a padres, y de  padres a hijos. Generación tras generación formando la MARCA  ESPAÑA.




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