Hay hasta una canción que narra el fin de las vacaciones, “el final del verano”. Y otro año más, se acaba, y ahora todo empieza, todo vuelve: “la vuelta al colegio”, la vuelta al trabajo, la vuelta a la rutina. Todo vuelve, todo. (Hasta Gran Hermano). Yo, tengo la maravillosa suerte -porque la tengo-, de pasar la época estival en una casa en primera línea. Cuando digo en primera línea, es en primera, de esas que bajas y tocas arena. Mi casa tiene a un lado jardín, y al otro playa.
Mi tía religiosamente baja a su cita diaria desde hace ya más de una década “a andar”, de siete a nueve –de la mañana –, y desde hace varios años, tal vez tres, no más, se encuentra desde principio de verano con un hombre. El hombre. Yo de la misma manera, siempre que puedo y quiero, desayuno allí, en la terraza de la playa, desde la que se puede si se desea tocar la arena. Y desde ahí, haciendo algo tan natural como desayunar, lo veo, al hombre, el hombre.
Entre tanto misterio nació lo que parecía ser el personaje de una película de Berlanga, "el hombre marrón". Un individuo que desde principio de estación bajaba a las nueve de la mañana con una toalla, un bañador azul y se tumbaba dejando las horas pasar. Como su propio nombre indica, es el hombre marrón, marrón chocolate, de esos llamativos. curtido en 100 días de estar allí de nueve a cuatro con el mismo bañador. Todos los días, día tras día. Supongo que para él eso será el verano. Eso será su oficio, su beneficio y su todo durante la estación estival, extenderse sobre la arena, solo, sin compañía, a tomar el sol. No sé si es triste, gracioso, o qué es. Y tal vez si le preguntemos qué es para él el verano, contesté: “tumbarme a tomar el sol”.
Para mí, y ahora hablo en mi boca, es bastante melancólico. Yo, que no bajo solo ni a la vuelta de la esquina, lo siento soy así, no se puede hacer otra cosa, me gusta ir siempre acompañado, en buena compañía, porque encima soy exigente.
No me imagino por nada del mundo un verano así, no me imagino yendo solo cada mañana, todos los días con el mismo bañador a tumbarme sobre la arena, sin hablar con nadie, sin comer, solo a dejar que la piel se bronceé. "¿Qué pensará", me preguntó cada vez que lo veo. Es todo un misterio el hombre marrón, y justo cuando me voy a poner serio y a decir que vaya vida más triste, me doy cuenta que mi verano se resume en observar al hombre marrón, a pensar que hará... No sé si es más decepcionante, tumbarte a tomar el sol, o observar desde casa a quien lo toma. Solo por eso; ¡Qué viva el Hombre Marrón!
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