En pocos segundos las vías de santiago se llevaron por delante a más de setenta y cinco victimas que habían cogido el tren con la esperanza, con la normalidad de siempre, con las ganas de volver a ver a sus familiares, a sus amigos, de conocer el norte o de vivir, de seguir soñando, riendo o llorando, y hoy tienen que ver desde arriba como los suyos lloran su perdida, como media España reza por ellos.
Sin ninguna duda no hay palabras, y no debemos parar de repetirlo, no podemos dejar de decirlo para que la justicia por una vez sea justa, aunque si esto fuera así ese tren hubiera llegado a su destino y hoy nadie hablaría del suceso que seria inexistente.
No me hubiera gustado respirar, no el humo, si no el aire de desesperación, de dolor, angustia, entre el armazón de hierros aplastados y las llamas de fuego. No me hubiera gustado escuchar el llanto de ancianos, de jóvenes o niños pidiendo auxilio, implorando al mismo dios que acabara con su sufrimiento.
España entera esta rota de dolor, todos están conmocionados, por primera vez desde hacia más de cuarenta y ocho años un tren volvió a descarrilar, volvió a arrastras a cientos de heridos y se llevo por delante decenas de vidas. Nadie lo esperaba, ningún pasajero era consciente cuando subió de su destino final. Sonrisas, problemas que se consumieron con las cenizas del tren, esas vidas que se apagaron a la vez que las llamas.
Esta vez ni un apósito, ni grapas curaran tal herida. En esta ocasión ni el mejor detergente limpiara la gran mancha en la historia de España, que en un 24 de julio dejo a todo el mundo sin habla, sin palabras, con lagrimas en los ojos esperando no esperar lo que todo el mundo ya esperaba. Este fue el final del cuento de hadas para muchos, el fin de mucha gente y el principio de los pocos afortunados que sobrevivieron y volvieron a nacer en el momento en el que su corazón volvió a latir.
No hay palabras, mi más sentido pesar a todos los familiares que están en la incertidumbre de "vivir o morir", a todos los que están descompuestos por el dolor de la perdida de alguien y suerte a todos las que ya no volverán. Mi tristeza , mi condolencia... No hay palabras, desde luego que no hay palabras para lo que sucedió. Todos habremos visto una película en la que un tren descarrile, en la que vuelque, pero vivir lo de cerca... no tiene palabras. Porque la realidad supera la ficción.
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